domingo, 12 de diciembre de 2010

EL TREN DEL NO OLVIDO

El pasado jueves 9 de diciembre de 2010 en el Auditorio Dr. Pedro de Alba de Ciudad Universitaria se realizó la presentación del largometraje El Tren del no Olvido, ópera prima de Jorge García Navarro, protagonizada por el primer actor Rogelio Guerra, Jorge Urzúa, María Marcucci, Rodrigo Pérez, Sandy Padilla y un reparto de actores hidrocálidos como Claudia Ortega, J. Concepción Macías,  Graciela Martin y Eduardo Orozco en una idea original de Jorge García Navarro y guión de Jorge Urzúa.
El argumento de la historia se centra en  Rogelio (Rogelio Guerra), su hijo Mario (Jorge Urzúa) y el hijo de éste, Daniel (Rodrigo Pérez). Se trata de tres generaciones que sufren la ausencia de la figura femenina en sus vidas.
Mario y su hijo Daniel después de un infortunado testamento derivado de diversos conflictos familiares  se mudan a la ciudad de Aguascalientes en busca de establecer nuevos cimientos. En esa búsqueda inician una relación con dos mujeres, Antonia (María Marcucci) y María José (Sandy Padilla); que de la misma forma comparten trances emocionales originando un complemento con Mario y Daniel.
El desarrollo de la historia narra una constante lucha interna por parte de los protagonistas;  lo que les lleva a sufrir una serie de peripecias donde el amor, el dinero, las drogas y la soledad son los factores determinantes para finalizar con una toma de conciencia por parte de nuestros personajes.
Es un hecho que en la actualidad el término melodrama se ha convertido en una etiqueta despectiva ya que hablamos de obras que intentan inducir más emoción con su musicalización y con el sentimentalismo exagerado, que con su contenido. El tren del no olvido es un claro ejemplo de esta tendencia.
Hablamos de situaciones cotidianas y personajes simples con un registro de actuaciones exacerbadas; lo que le da a la historia un desarrollo lento. La utilización de los factores moralistas, como el de la adicción a las drogas frente a la posibilidad de encontrar el amor verdadero; desemboca una toma de conciencia sin una transición adecuada, no brindando al espectador nada diferente a los recursos explotados por las telenovelas.
Si bien la intención del director y su guionista era otorgar un ambiente realista con un conflicto digno de una catarsis por parte del público; el resultado es una anécdota predecible y superficial con un desenlace promisorio donde la sugerencia es el trabajo duro,  buenas acciones y el amor verdadero.
Habrá que reconocer que el desarrollo de nuestro cine, teatro y televisión es con mucho un problema en cuanto a la originalidad de sus historias, ausencia de sentido crítico y primordialmente a la educación del público. Sólo reformando al público se reformarán nuestras artes escénicas que hasta ahora siguen siendo el reflejo de una nación enana e inculta, solo así podremos aspirar a un país con un nivel de desarrollo que permita el florecimiento de esas artes escénicas por la que tantos suspiramos.

Horlando Román Tiscareño.

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